Bienvenidos a esta lección de escritura

Abrimos este blog , que es una puerta a vuestras inquietudes. Hay que leer mucho y escribir y echarle todo el cuento del mundo. Abrid todas las ventanas. A vuestra edad la imaginación tiene las alas más largas.

miércoles, 19 de enero de 2011

¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Cuando abrí los ojos, ya se asomaba el sol por el horizonte. Bajé la mirada hasta mi mano y vi la botella de whisky, casi vacía. La piedra deformada se clavaba en mi espalda. Me levanté con cuidado, todavía quizás un poco atemorizado por los gritos de anoche. Fui andando poco a poco hacia la salida, saludando de pasada al segundo vigilante.

Andaba a trompicones, quizás porque me acababa de levantar o  porque los efectos del alcohol seguían haciendo mella en mí.

Llegué a la cuidad, un mundo tan distinto del que estaba acostumbrado en el cementerio, que los sonidos se me hacían más altos y los colores más vivos.

Llegué a un paso de cebra y, mientras lo cruzaba, un vehículo a gran velocidad me arrolló. Oí gritos de personas y sentí cómo la sangre caía de mi cabeza, trazando una línea hasta mi labio inferior y, pausadamente, fui cerrando los ojos mientras lo último que veía era personas acercándose preocupadamente a mí.

Abro los ojos, pero aún así sólo veo oscuridad. Oígo el tintineo de unas gotas al caer, con un ritmo casi hipnótico ¿Dónde estoy? Toco a ciegas lo que está a mi alrededor; debajo de mí, una tela fina; a mis costados y encima de mí, madera.

Noto la humedad en el ambiente, esa humedad a la que me he acostumbrado, la humedad del cementerio. Comienzo a hiperventilar y a sudar. Entonces, lo comprendo: me han enterrado. Vivo. Bajo tierra. Poco a poco empiezo a emitir un grito, hasta que llega a ser una llamada de auxilio y empiezo a sacudir todo lo que se encuentra en mi camino.

Golpeo con los puños, con los pies e incluso con la cabeza. Lo intento todo para salir de aquí. Paro un momento y escucho a otros, que, como yo, desesperados, gritan y gritan sin parar.¿Hay alguien ahí? Pero no contesta nadie. Así que empiezo otra vez a golpear y a gritar hasta que...


TENGO MIEDO

Y yo sigo bebiendo otro trago que me ayude a pasar las interminables horas que quedan hasta que amanezca y estos pobres infelices se callen. Solo llevo tres noches trabajando en este tenebroso cementerio, ya que Samuel, el guarda anterior, apareció muerto una mañana y nadie sabe qué ocurrió.

Algunas gentes del lugar dicen que Samuel comentaba que en las noches de luna llena los muertos se levantaban de sus lechos y vagabundeaban por el cementerio y se oían grandes carcajadas que retumbaban por todas partes.

Ahora oigo unos ruidos extraños como si se arrastraran cadenas. Me asomo fuera, pero hay una intensa niebla que no me deja ver nada. Tengo miedo de que me pueda ocurrir algo a mí también. A lo lejos oigo los aullidos de los lobos más fuertes que nunca.

Tal vez barrunten la muerte de alguien, acaso la mía...